viernes, 29 de abril de 2011

Que vuelva el fútbol

Quizá en nuestra generación no hayamos tenido la oportunidad de comprobarlo aún, pero la evolución del fútbol se antoja muy gris, casi negra diría yo. Este precioso invento inglés agoniza en lo que a sus orígenes respecta, y cada vez se parece menos a lo que un día conocimos.

La película de los clásicos nos ha cansado a todos, cosa que unos pocos esperábamos y que la gran mayoría no quería ver. No tenía sentido, 4 partidos del siglo en menos de un mes, no me salen las cuentas. Es cierto que el tiempo corre muy deprisa, y que el fin del mundo, cada día, está un día más cerca, pero no entiendo la necesidad de adelantar acontecimientos.

El partido del miércoles aburrió hasta a las moscas. Con dos equipos que buscaban lo mismo, pero de diferente manera. Un Real Madrid raro, diferente a otras épocas, pero efectivo. Campeón de Copa. Porque jugar bien no tiene porqué ser jugar bonito. Un Real Madrid defensivo, encerrado en su trinchera, agazapado para lanzar toda su artillería de contraataque en cuanto la situación se lo permitiese. Y un Barcelona igual. Un Barcelona, también, defensivo. Porque tener un 75% de posesión en tu campo, lo miremos por donde lo miremos, también es defender. Porque el 0-0 inicial les valía a todos. Si un juez hubiese bajado del palco del Bernabéu a ofrecer tablas, ambos hubiesen firmado, como en un partido de ajedrez.

Y en la antesala está el resultado. Prensa, política, debate. De todo menos fútbol. La batalla de las ruedas de prensa se esperaba con más emoción que la batalla del campo. "Que si yo soy Dios en almíbar", y "que si yo soy más que tú". Que si yo ahora digo que tú eres el jefe de la barraca y tú que quieres un autógrafo mío. Que si yo aparento 7 años, y tú, más o menos, los mismos. Una vergüenza en toda regla cuando hablamos de los, supuestamente, dos mejores equipos del mundo.

Y lo de fuera se extiende dentro. Agresiones, escupitajos, empujones, insultos. Uno agrede, otro llora. Uno escupe y el otro se aparta. Uno empuja y el otro también. Uno es español y el otro guatemalteco. Vamos, un circo, oiga.
Pero que vamos a esperar de dos equipos que están jugando una liga para ellos solos, en el país del Salsa Rosa y el Sálvame Deluxe. Porque esto es lo que demanda el público, se vende lo que compramos, y así nos luce el pelo.

Y cuando digo, porque lo he dicho muchas veces, que un Barça - Madrid me parece un partido más, me dicen que no me gusta el fútbol. Vamos, como si le decimos a Alejandro Sanz que no le gusta la música. Porque seré capaz de ver un Txurdinaga - Betolaza un domingo a la mañana, o pasarme un fin de semana entero viendo jugar a niños de 7 años. Aunque no sean capaces de dar 3 pases seguidos. Porque eso es fútbol, es ilusión, y es el motivo por el que llevo vida y media dando patadas al balón.
Pero de este circo mediático me borro. No quiero ser partícipe de él. Porque me aburre, me saca de quicio y me da asco. Como diría un entrenador portugués, a Barsa y Madrid, les pongo una cruz, y para mí están muertos.

lunes, 25 de abril de 2011

4 años después

Larga ha sido la espera. Pero tras cuatro largos años, el Derby vasco por excelencia volvía a la Catedral del fútbol. Era un derby total, con aficiones hermanadas en la tradicional ruta por los bares del Botxo, con pique justificado en la derrota rojiblanca en Anoeta de la primera vuelta, con un horario privilegiado ante las cámaras de la Sexta y, por si se escapaba algún detalle, con la lluvia que arreciaba sobre el cielo de Bilbao a medida que se acercaba el pitido inicial.

Un partido de los de antaño, de los que recordábamos y extrañábamos los aficionados al fútbol desde aquella dramática tarde contra el Levante, en la que celebramos la permanencia mientras nuestros vecinos se hundían en el pozo de la segunda división. Una tarde de nervios y transistores, de noticias de otras ciudades y de otros campos, de paradas de Molina y de ocasiones perdidas. Eran otros tiempos.

Ahora recibíamos a la Real en puestos UEFA, acariciando el billete europeo de la temporada que viene, con un juego poco vistoso pero efectivo, y con unas ansias de revancha incontrolables.
Porque el fútbol vasco es así. Porque los 90 minutos que dura el partido suponen una lucha encarnizada entre jugadores y aficiones, importando poco las cervezas que se hayan compartido en el Casco Viejo unas horas antes, y menos aún las que se compartirán después. Porque es impensable un ambiente similar en las calles de Sevilla durante un Sevilla - Betis, o en las de Gijón, durante un Sporting - Oviedo, o en las de cualquier ciudad durante el mediático clásico de los clásicos. Porque somos diferentes, y en la unión está la fuerza, esa fuerza que quieren romper cuando salimos de nuestras fronteras.

En situación diferente llegaba el vecino. Cerca de los puestos de descenso y con un calendario que asusta nada más abrir el periódico. Quién lo diría hace unos meses con el fantástico comienzo de temporada que realizaron. Necesitaban los puntos, pero no más que nosotros. Además, ellos ya habían ganado en Donosti, ahora llegaba nuestro turno. Compartir es vivir, igual que con las cervezas de antes.

Y tal fue así, que el Athletic empezó mandando desde bien pronto. Potente cabezazo de Llorente, y gol del más listo de la clase. Un Iker Muniain que crece como futbolista a un ritmo vertiginoso, que justificaba de esa forma los esfuerzos del club por que jugase este partido.
Después llego el turno para Toquero, en un nuevo detalle de Fernando Llorente, al que no se puede parar ni con cadenas. Dos veces quedó suelto, y dos veces se movió el marcador, en esta ocasión en forma de asistencia para el ex del Sestao.

Pero cuando todo apuntaba a goleada, Javi Martínez desvió un centro de Griezzman, y perforó la meta defendida por el debutante Raúl. 2-1, y a sufrir.
El descanso dio paso a una segunda parte para dormir, ante una afición que celebraba que estaba un poco más cerca de Europa, y otra que lamentaba una nueva derrota, temiéndose otro dramático regreso a la división de plata.

lunes, 4 de abril de 2011

Deporte en estado puro

La temporada ciclista alcanza, este abril, un mes clave, plagado de algunas de las mejores carreras del año.
Ayer fue el turno para el Tour de Flandes, una carrera belga de muros adoquinados que esperaba una nueva exhibición de Cancellara, después del carrerón del suizo en Harelbeke. No obstante, la lista de favoritos era amplia.

Con este titular, el de "Todos contra la locomotora de Berna", Quick Step, metía a Chavanel por delante. El combativo ciclista francés volvía a estar, una vez más, en la pelea por alzarse con uno de los 5 monumentos, aunque lo que desconocía él, era que tenía al enemigo en casa. La carrera estaba controlada por el equipo belga. Un corredorazo por delante, y una distancia que aumentaba progresivamente respecto al grupo de favoritos, y lo que es más importante, respecto a Fabian Cancellara.

Pero, incomprensiblemente, Tom Boonen, compañero de Chavanel, despertó a la bestia. Un ataque suyo implicó a Cancellara en la carrera, que destrozó uno por uno a todos sus rivales, incluído un Boonen que regalaba una clásica completamente controlada por su equipo, al no poder seguir el ritmo del suizo.

Con esta situación, Cancellara iba alcanzando a corredores como Lars Boom o Edvald Boasson - Hagen, intercalados entre el escapado y el grupo, y sólo era cuestión de tiempo llegar a la altura de Chavanel, que guardaba fuerzas, consciente de lo que se le venía encima. Una vez unidos suizo y francés en cabeza de carrera, la ventaja sobre el resto de favoritos volvía a ascender, condenando al Tour de Flandes a lo que parecía una nueva exhibición del ciclista del Leopard.

Pero los esfuerzos se pagan, incluso siendo una estrella del pelotón, y una pájara escandalosa en cabeza, permite un reagrupamiento inesperado de la carrera. Gilbert, que había pinchado poco antes del primer ataque de Boonen, se marcha en cabeza. Espectacular el belga en los muros, demostrando que será muy difícil batirle cuando lleguen las Árdenas. Pero los 10 kilómetros llanos de después, resultaron una quimera para el ciclista de Omega, que acabó siendo neutralizado.

Un excampeón del mundo lo intentó entonces. Alessandro Ballan, cuyo equipo había trabajado anteriormente, intenta salir del grupo, pero sin éxito. Sí lo consiguen Cancellara, Chavanel y Nuyens, que llegarían unos metros por delante a la linea de meta.
Pero los dos grandes protagonistas de la carrera, serían incapaces de levantar los brazos al final del monumento, y Nuyens, invitado de excepción, acabaría sumando un nuevo Tour de Flandes para el Saxo Bank, quizá el equipo que menos se lo merecía.
Pero así es el ciclismo, un deporte de locos, donde lo lógico aburre, y lo inverosímil emociona.

Con todo y con ello, a partir de hoy mismo se da paso a una semana apasionante, con País Vasco y Roubaix. La vuelta de los muros y la clásica del adoquín. Espectáculo asegurado.

PD: Quienes sólo siguen el ciclismo por el Tour y por la Vuelta, no saben lo que se pierden. Y quien viese el carrerón de ayer, no tengo la menor duda, de que me dará la razón.