lunes, 2 de junio de 2008

Se está gestando

Era un secreto a voces, la jornada de convivencia en tierras gipuzkoanas estaba llamada a terminar en descontrol, en el más estricto sentido de la palabra. Las 9 de la mañana era una citación temprana para la gente que no había dormido lo suficiente o, incluso, se había permitido el lujo de salir la noche anterior, caso que, pese a lo que estaréis pensando, no es el mío. Y tras un desayuno subvencionado por las multas que Aketza había ido contabilizando durante toda la temporada, emprendimos el viaje hacia la provincia vecina.
A pesar de la escasa duración del trayecto, antes de llegar a Donosti hicimos un "breve" parón en nuestra andadura para acabar el jamón de las rifas, acompañado en este caso por un barril de Heineken y 15 litros de vino, aunque los previsores jugadores preferimos tirar de Coca-Cola, conscientes de la dura jornada que se avecinaba.
A eso de las 12 de la mañana echamos pie a tierra ante la atenta mirada de La Concha, dispuestos a recorrer el Casco Viejo, de bar en bar, de zurito en zurito. A algunos no les hubiera importado tomarse la expresión "de bar en bar" en su aspecto más literal (¿verdad Edu?), pero lo cierto es que anduvimos dando vueltas, escogiendo los bares más apropiados para nuestros intereses.

Durante todo ese tiempo, el sol había asomado la cabeza por la ciudad donostiarra, recordándome que había dejado las gafas de sol en casa, algo que no le pasó al Míster. El autobús nos esperaba a las 2, preparado para llevarnos a Astigarraga, lugar destinado a marcar el inicio del desfase que empezaba a palparse en el ambiente. Ante los inmensos toneles de sidra, decidimos que era mejor beber vino, puesto que nos iba a ahorrar levantarnos cada vez que se nos acabara el líquido del vaso. Y así lo hicimos, 4 botellas para 4 marcaron la pauta a seguir durante lo que restaba de día. Fuimos espectadores de lujo de una fiesta, de la que acabamos formando parte, algunos más que otros.

La sobremesa finalizó y la Sala de Fiestas nos esperaba bajando la cuesta, durante la cual comprobamos que el sol se había ocultado entre negros nubarrones que facilitaban la caída de una lluvia molesta. Y viendo el Giro, Mikel y yo llegamos a la conclusión de que el descontrol era una realidad, reflejado en la actitud de los directivos, casi peor que la de los jugadores.
Contador salvó la Maglia Rosa y nosotros entramos a la pista a debatir el futuro que nos espera, un futuro que empezamos a ver con mejores ojos (evidentemente, a esas horas ya nadie tenía buenos ojos), alcanzando el acuerdo para formar una piña que nada ni nadie podrá descomponer. Juntos haremos frente a cualquier situación de inestabilidad que pueda suceder en un vestuario que no va a cambiar, por la cuenta que nos tiene.

La hora de vuelta se acercaba y la junta directiva metía prisa para que subiéramos al autobús. Un camino corto para dejar a Xavi en Donosti, que tras escuchar nuestros cánticos, se despidió con lágrimas en los ojos, consciente de que la temporada próxima vestirá otra camiseta. De regreso, hicimos una breve parada en la costera localidad de Zarautz, donde intentamos averiguar el resultado de la Real Sociedad, información que nadie quería trasladarnos, y que no conocimos hasta llegar a Etxebarri.

Y fue en Etxebarri donde, inevitablemente, empezó la disgregación del personal, bien porque abandonaban el barco, o bien porque partían en botes salvavidas dirección Bilbao, antes de que fuera demasiado tarde. Allí quedamos algunos, iniciando la ya conocida como temporada del ascenso. Tras unas cuantas horas en el pueblo, llegamos a la conclusión de bajar a Bilbao, donde, debido a la lluvia y a mi cansancio, permanecí relativamente poco.


P.D. En resumen, el día más completo y mejor aprovechado que recuerdo. Algo que, sin duda, tardaremos mucho tiempo en olvidar.

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