martes, 13 de mayo de 2008

La decadencia de un mito

Han pasado más de 10 años desde que Francisco Javier Yeste Navarro debutara con la elástica rojiblanca. Un chaval joven, con media melena rubia y con un atrevimiento sorprendente, tocaba la fibra sensible de una afición que aún no se imaginaba la caída en picado de Julen Guerrero, el anterior gran ídolo.
Luis Fernández dio la alternativa a una zurda prodigiosa, que acaparó todos los lanzamientos de faltas desde el día de su debut, por delante de las vacas sagradas del vestuario.
Gran culpable de la posterior suplencia de Guerrero, Fran ha sido titular con todo entrenador que haya osado a ocupar el siempre complicado banquillo de la Catedral. Heynckes, Txetxu Rojo, Valverde, Clemente..., todos han confiado en la calidad de un tipo de futbolista que escasea por estas tierras de garra y fuerza física. También Iñaki Sáez apostó por el zurdo de Basauri para hacerlo campeón del mundo sub 20, completando un equipo de ensueño, en compañía de los Xavi, Casillas, Marchena u Orbaiz.

Tras sus inicios en banda, Txetxu Rojo vio su reencarnación en el rostro del basauritarra, al que otorgó la manija del comando león desde la mediapunta, donde empezó a consagrarse como uno de los futbolistas españoles de más calidad y futuro.
Convertido en la eterna promesa, fue de la mano de Ernesto Valverde cuando Yeste saltó a la portada de los principales periódicos estatales, con exhibiciones en las remontadas ante Betis u Osasuna, dejando claro su papel de líder en un equipo que empezaba a asomar la cabeza por Europa. Encontró un eterno aliado en su gran amigo Asier Del Horno, a quien regalaba asistencias que el gallartino convertía en goles. Esta amistad se extendió al exterior de los terrenos de juego, lo que empezó a marcar el principio del fin para ambos.

La no del todo bien reconocida como entendida afición del "Botxo" se recreaba en las fiestas de sus dos cracks zurdos cuendo el Athletic goleaba en Lieja o humillaba al Parma en San Mamés. Pero el punto de inflexión se acercaba y, tras caer eliminados ante el Austria de Viena, comenzó la persecución a los 2 genios, con tan buenas cualidades como mala cabeza. Fue entonces cuando Del Horno cruzó el mar, buscando las islas británicas y desembarcando en Londres para fichar por el Chelsea. Fran se quedó solo, triste ante la escapada de su compañero de faenas. Nunca llegó a ser aquel joven feliz que entusiasmaba a sus seguidores con desparpajo y gracia en su juego.
Su rendimiento decreció, su rostro perdió la sonrisa, las lesiones empezaron a hacer mella y Lamikiz estudió una posible venta millonaria, que estuvo a punto de acabar en reencuentro con Asier. Pero Yeste se quedó, sufrió en una temporada interminable que finalizó con lágrimas tras el gol al Zaragoza, que valía una permanencia. Su imagen fría se enterneció, demostrando que siente los colores como el que más, y que no es sino su carácter el culpable de las apariencias.
Tras otra temporada agónica, en la que tuvo que ser infiltrado para ayudar a su equipo, Fran pasó por el quirófano, con la esperanza de olvidar sus interminables problemas de pubis, que le hacían la vida imposible. Su regreso al césped de San Mamés fue una fiesta. La joya volvía, ya estabamos todos y la afición volvía a ilusionarse.

Pero nada más lejos de la realidad. Alejado de su puesto natural, Fran Yeste ha cuajado su peor temporada desde que es profesional. Ha dejado de ser el futbolista decisivo y desequilibrante de antaño, e incluso ha perdido su condición de imprescindible, llegando a ser suplente en este final de liga. La afición ha perdido la confianza en él y pide su salida del club. Tras más de 10 años como león, el icono zurigorri está mas cerca que nunca de abandonar la entidad de Ibaigane. ¿Qué pasará con él? Nos espera un verano largo y movido. ¡ÁNIMO FRAN!

P.D. Tenemos lo que nos merecemos. En San Mamés siempre se ha antepuesto la garra de los tuercebotas a la magia de los genios, y por eso siempre seremos una afición masoca a la que le gusta sufrir. Es lo que queréis, lo tenéis más cerca que nunca. Ahora bien, luego no vale lamentarse.

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