miércoles, 16 de marzo de 2011

El viejo fútbol

Hago un paréntesis en mis reflexiones para transcribir, tal cual, un artículo de Jon Uriarte sobre la decadencia del fútbol en la actualidad, la relevancia del marketing, y la importancia de conservar las raíces. Una maravilla periodística que, considero, debe leer cualquier aficionado del Athletic, máxime en estos tiempos que corren:

Quizá no sea hoy, ni mañana, pero el futbol tiene los días contados. Hablo del de verdad. El del origen incierto, que creció en unas islas del norte para convertirse en deporte y en Rey. Ése, está en vías de extinción. Porque el fútbol, nacido plural, es ahora un asunto individual. Siempre he sostenido que uno de los graves errores de sus dirigentes fue intentar que se pareciera a otros. Todo por la pasta. Y les dio por seguir la máxima de "un jugador, una camiseta". Como si para vestirla no fuera necesario luchar. De ahí que muchos añoremos los tiempos en los que un equipo saltaba al campo con los números justos. Del uno al once. Punto. El jugador que se incorporaba, sabía que el suyo era dorsal con valor de suplente. Conseguir un número y hacerlo propio era un reto, no un regalo. Ahora en cambio, parece que estemos en el bingo. Quizá lo vean baladí, pero ahí arrancó parte del problema. Creer que antes de llegar ya estás de vuelta. No hace mucho, un futbolista podía ser resolutivo, jugador de segundas partes o titular según campo. Pero, si quería estar entre el once cantado por la afición, debía aportar un plus. Ahora en cambio, cada uno tiene su camiseta. Con sus seguidores, su contrato y su merchandising. Un número y siglas. Donde importa más la espalda, que el pecho. El nombre, que el escudo. Y luego están los medios de "incomunicación", que acentúan el error.

Ya no es que solo se hable de fútbol y no de otros deportes. Ni siquiera importa que los medios se centren en dos equipos y ninguneen al resto. Lo grave, es que tan solo se ocupan y preocupan de un puñado de futbolistas. Poco importa que ese día jueguen otros, tan dignos y respetables, una copa o media liga. Las portadas se llenarán con las ocurrencias de los galácticos y los informativos abrirán con sus gracietas. Eso, cuando no es noticia el corte de pelo del guapo delantero o la nueva espinillera del intocable medio punta. Mientras escribo esto, han arrancado el informativo de la noche con los abdominales de Cristiano en vez de hacerlo con el Sevilla, que ayer se jugó la vida en Europa. Y de esos polvos, son estos lodos. Siendo cuestión de debate el ánimo de un crack, no debería extrañarnos que meterle la pierna sea motivo de excomunión. Si por algunos fuera, una falta a Cristiano, Messi o a la estrella de turno merecería cadena perpetua, cuando no la horca. Por eso, lo de Amorebieta con Iniesta no fue una roja más. Fernando ve más tarjetas que un cajero. Deberá meditar sobre ello. Quizá solo necesite contar hasta diez antes de sacar a pasear la bota. De ello dependerá que sea el central por el que apostamos o el macarra que aborrecemos. Pero, más allá, existe un poso. Y está sucio. Es el que hace que una falta, fea o menos fea, se convierta en un asunto de Estado si la víctima es un vellocino de oro. Siempre sucedió. La lesión de Maradona a pies de Goiko se repite en televisión más que los Simpson. Curioso que nunca veamos la imagen completa. No hace falta acudir al NODO, está en internet. Minutos antes, Schuster le arrea la del pulpo al de Alonsotegi. Pero oiga, de eso nada. Como tampoco le recordarán los Manolos de la Cuatro, las Manolas de la Sexta o los fulanos del resto de canales, incluidos los cercanos, que un tal Julio Alberto le partió la pierna a Urkiaga en aquellos mismos años. Pero claro, Santi no era Dios, solo un siervo de San Mames. Y aquella cadencia puntual hacia el astro, ahora es ley. De tanto hablar sobre lo que cuesta un crack y su importancia, algunos se han creído que hay que jugar contra él sin marcharle la camiseta. No sea que se enfade y se lleve el balón. Otro ejemplo: la entrada de Xavi a Susaeta la noche del 5 de Enero. Susa acabó lesionado, pero el engominado árbitro estaba más preocupado por el estado del catalán que por otra cosa. Significativo. Llegados a este punto bueno será puntualizar, visto que hay mucho tuercebotas que ve lo que no es, que San Mames pita a Iniesta porque no le perdona su presunta exageración ante la entrada de Amorebieta. Justa o injusta, es la sentencia de La Catedral. La misma que aplaudió a Xavi la noche de Reyes pese a que el Athletic estaba, en ese momento, eliminado. Más allá de lo grande que es como jugador, su actitud, igual que la de Pujol, tanto en la final de Valencia como ese día, fue señorial. Y el que no entienda esto, es que no sabe de fútbol.

Porque el fútbol, es la magia del Barça, el palmarés del Madrid, el endiablado driblar de Messi, la rabona de Romario, el baile de Zidane, la electricidad de Cruiff y su naranja mecánica, la zurda divina de Maradona, el jogo bonito de Brasil y Pele, el Ajax de Van Basten o el Milan de Arrigo Sacchi. De hecho, también nosotros tuvimos la puntería de Zarra, la omnipresencia de Iribar, las zurdas de Rojo y Argote, la habilidad de Uriarte, las bicicletas de Sarabia…y así hasta el infinito. Pero el fútbol es mucho más. Es una canción que se canta en Anfield, un defensa contundente, el catenaccio, el gol injusto en el último minuto, el "patadón palante", el linier cegato, el penalti fallado, una carrera por la banda, el aplauso tras la derrota y hasta la liturgia del bocata. De ahí que el fútbol le deba mucho al Athletic. Porque le recuerda lo que le hizo grande y distinto. Aquello que le convirtió en algo más que un juego: Una filosofía de vida. La que nos recuerda que somos terrenales. Y que somos tribu. Un ejemplo: en la final de Valencia, mientras ellos coreaban el nombre de Messi, nosotros gritábamos Athletic. Y eso que en la última década hemos dependido en exceso de ciertos delanteros. Aun así, encumbramos a la categoría de Lehendakari a un jugador cenicienta que está viviendo un cuento que ya creía acabado. Porque el fútbol también es eso. Segundas partes y segundas oportunidades. El orgullo de ser, no por ganar sino por luchar. El último refugio de las utopías y de los sueños imposibles. El perfecto escenario para la épica. Donde el "somos" eclipsa el "soy". Que nadie se engañe. Hay caminos más cómodos y que dan más alegrías. Pero, a veces, el recorrido es más interesante que el destino. Por eso nos calificaron en su día como un caso único en el futbol mundial. Por eso en Bilbao solo hay un equipo. Por eso somos todos uno. Y por eso me emociono aun hoy, a mis 44 años, al escribir estas líneas. Porque somos leales al viejo futbol. Mientras otros hacen historia, el Athletic hace leyenda. No lo digo yo. Guardiola, que más allá del estilo del Barça ha logrado recuperar el valor del compromiso y el respeto por lo propio, no se cansa de alabarnos. Antes, ya vimos llorar a Juanito ante un San Mames que le aplaudía, pese a ser jugador non grato. Y no hace mucho hemos escuchado Michel afirmar que no eres futbolista si no has jugado en la Catedral. Porque ellos lo saben. Hay fútbol más allá del verde. Siempre digo que el día que la afición del Athletic haga la ola en San Mames me borro de socio. En el campo se juegan tres puntos. Fuera de él, mucho más. Por eso, no seremos el equipo del tiqui-taca, ni del tic-tac. Pero somos el Athletic. Somos el fútbol. Y merecemos respeto. Porque sin nosotros, se moriría. Ahora, que sigan hablando en los medios los ignorantes habituales de los intocables y sus ombligos. Que les rían las gracias y les doren la píldora. Puede que este deporte se juegue con los pies, pero está cada día más manoseado. Nosotros a lo nuestro. Somos el último reducto de lo que fue y de lo que debe ser. Por eso, digamos con orgullo, allá donde vayamos y en el idioma primigenio del futbol, "We are the Athletic, we are the football".

No hay comentarios: