lunes, 3 de marzo de 2008

Érase una cena

Tal y como dice el refrán, más vale tarde que nunca, y a pesar de que el análisis de la cena (no gastronómico, obvio es) llega con un día de retraso, sigue latente en la memoria.
Cabe recordar, aprovechando de paso para hacer un llamamiento a la reflexión, la derrota con la que iniciábamos el día. Derrota injusta, cierto, pero derrota al fin y al cabo, que es lo que verdaderamente importa. Resultaba evidente que la fiesta no iba a ser completa, y ante tal situación, era conveniente empezar a olvidar lo más pronto posible y, si surge un Kinito en el Rancho, se acepta y se juega. La presencia en el primer bar sirvió para llegar con retraso al punto de encuentro con los demás compañeros, y a alguno que otro, para empezar a afinar el ritmo que quería marcar de cara a una noche larga.
La cena, como todos tenéis claro, era lo de menos, y actuó a modo de escusa para fijar un bote que arrastraríamos hasta el Antxoki, no sin antes tomar un par de rondas en el pueblo, como obligada tradición, y tras un breve paso por el Memorial, donde encontramos un clon de Rober (solo porque también era alto).
Con el bote finiquitado, empezamos y acabamos la calle Mazarredo para llegar al Divino Cielo, donde se intensificó el ritmo que acercaba un final, obviamente, inevitable.
Una vez cerrado el último bar, la única salida aceptable (al margen de las que pudiese haber por ahí) era un after, que cobró nombre en el Halls, aunque aún no se si alguien alcanzó a entrar, ya me diréis.
A partir de ahí, y ya escribo por mí, desayuno sin desayunar y vuelta a casa, que al día siguiente no había que madrugar.

P.D. El hecho de retrasar un día el artículo, sirve para analizar el partido del Athletic. Dejémoslo en empate a 1 y miedo a la derrota. ¿Sabéis qué jugador no pasa a quién?, se admiten respuestas (que son evidentes, por otra parte)

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